El pensamiento y la obra de Mies van der Rohe son un ejemplo de cómo la arquitectura se relaciona con la naturaleza y viceversa. Algo que ha quedado recogido en sus escritos y en algunas de sus obras más significativas y emblemáticas, como el Pabellón de Barcelona (1929) o la casa Farnsworth (1945). En la respuesta arquitectónica de Mies existe una clara interacción con el lugar donde se inserta la arquitectura y con el paisaje. Una preocupación que ha quedado fundamentada en su obra como uno de sus valores más reveladores. Concretamente, en la obra de Mies esta preocupación adquiere una dimensión propia, una dimensión simbólica de la arquitectura cuya función es explícitamente independiente de un “habitar”. Una arquitectura que diferencia entre “inserción en el lugar” y “adecuación mimética al lugar”. Una arquitectura contextualizada (no mimetizada), donde la percepción del paisaje sirve para poner en conexión valores ambientales, culturales o formales que nos ayudan a entender el lugar como un “todo”, un sistema de relaciones en el que la idea de “forma” es sustituida por la idea de “sistema”.